martes, 16 de diciembre de 2008

Que no te kafkas!




Hoy me está pasando algo rarísimo. Me he despertado boca arriba como de costumbre gracias al despertador del teléfono móvil, y como todas las mañanas he extendido el brazo izquierdo para apagarlo. Pero hoy desde primera hora nada ha sido igual. En vez del móvil apoyado en la mesita de noche, he tocado el pelo de mi chica. No entendía nada. No recordaba haberme acostado en el otro lado, pero así parecía ser (ahora explico por qué no lo fue).

Estiro el otro brazo e intento (con mucha menos habilidad) buscar el móvil encima de la otra mesita de noche, apago la alarma y me levanto rodeando toda la cama hasta el pasillo. Giro a la derecha hacia el baño, pero me encuentro de frente con la puerta de la calle. Por un momento me planteé que seguía soñando y todo esto acabaría bruscamente con el sonido de la alarma del teléfono, pero no fue así. Me doy la vuelta y compruebo que el pasillo está al lado contrario de donde debería. ¡No lo entiendo! (pensé). Como tengo unas pautas que permiten administrar mi tiempo al dedillo, no dudé en deducir cual era la puerta del baño. La manilla también estaba cambiada de lugar. Todo me resultaba más costoso, tenía que tener especial cuidado con la coordinación de mis extremidades y con accionar correctamente los aparatos que nos ayudan a vivir. Por supuesto que me quemé y me congelé en la ducha, no cabe duda.

Quité el seguro de la puerta girando la llave al lado contrario del habitual y cogí el ascensor. Subí al parking y bajé a la calle intentando normalizar mis sentimientos; si en algo es absolutamente bueno el ser humano, es en normalizar sentimientos y no llamar demasiado la atención. Lo estaba flipando (he de confesar). Por supuesto, conduje por la izquierda, giré infinidad de veces a la izquierda y aparqué como buenamente pude (eso nunca cambia).

Ya no sabía lo que me podía deparar el día, pero desde luego que el comienzo había puesto el listón muy alto...